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Prólogo

Por Yenny Hernández Valdés

El futuro será ocasión de volver, una y otra vez, sobre los desafíos del presente

Rufo Caballero (Los recodos de la tempestad)

Como se regenera la piel de un ser vivo, como crece nuevamente el árbol talado o la hierba podada, así mismo se regenera, de vez en vez, el arte cubano, en tanto se caracteriza por su capacidad provocadora y su carácter polisémico. Esto ocurre porque el basamento teórico de los artistas cubanos se ancla en la perspectiva del poliedro, en el principio de la polaridad y la querella.Gozamos de un diapasón nutridísimo de manifestaciones, soportes, técnicas, dimensiones y conceptos: propuestas variopintas de matiz sardónico en su generalidad. 

En ese sentido, el joven artista visual Yuniel Delgado Castillo (La Habana, 1984), forma parte de ese reverbero contemporáneo de creadores que oxigenan con singulares fórmulas, vanguardistas unas y contestatarias todas, la producción artística del patio en los tiempos que corren.Los estudios cursados durante su estancia en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro sobre pintura, ilustración, escultura y diseño, han sido fundamentales en su trayectoria artística para la sedimentación de un lenguaje expresivo propio.

Acercarse a su producción resulta una suerte de enfrentamiento ante un caleidoscopio repleto de blancos, negros y grises; aunquetambién la incidencia del color, en alto grado cromático, impacta visualmente. El artista asume una postura antropológica y cuestionadora. Comprende lo cotidiano como tragedia y circunstancia; por lo que deviene fundador de dos universos diferentes, dos realidades, dos caos, dos estados que confluyen y hacen del sujeto un ente diverso y revelador, ejecutante de su pensamiento y confuso en sus decisiones.

No hay en este artista una postura de acomodamiento social. Busca el reto, la provocación e incita al capricho. No pretende capturar un rostro determinado o crear una obra dulzona. Al contrario: prepara el lienzo, vierte sobre él imaginación y dominio técnico, pero también preocupaciones que dan vida a personajes pastosos, llamativos en sus serpenteantes cuerpos y fragmentarios detalles. 

A través de la angustia colectiva, la protesta vehemente y la indagación social, este artista se impone desde el gran formato. En sus obras cada ser, cada línea, cada mancha u objeto, se distancia de la gratuidad formal y conceptual. Incide sobre la tela, la cartulina o la pieza de concreto con toda intención. Se advierten, a base de borrones y ralladuras, huellas perpetuadas en la superficie, en la que se abre un cerco vital para los seres que allí nacen y pululan.A la sazón, el lienzo cobra sentido, los personajes se mezclan y repelen, crean tensión y pasión, se escapan y se confunden; y nace ese desconciertode significaciones, al que también le incorpora números, letras dispersas y deshechos de materiales cotidianos. Los brochazos se palpan, las cisuras más finas se sienten, y ello nos habla de un arte evocador, de carácter espontáneo y libre.

En ese andar, el oficio de Yuniel Delgado se oxigena, se zambulle en busca de nuevas ideas y emerge cada vez más violento, más sugestivo, más estremecedor. Su voluntad regenerativa va al compás de sus inquietudes y vacíos, se mueve al ritmo del arte cubano en su plenitud y abanico estético. Cual up to date del sujeto moderno, se exterioriza en su carrera una voluntad antológica que evoca a Saura, a De Kooning, a Goya, y a nuestra amadísima Antonia Eiriz. Compone cual puzle artístico,un esquema propio de esos seres moldeadosa través de ahíncosy desgarramientos, de gritos silenciosos y de ánimos agónicos. 

Yuniel Delgado Castillo desencadena emociones contrariadas, percepciones variadísimas. Unos, con total discreción refinada, rechazan lo que observan y buscan tranquilidad visual en un mar de cuerpos negros, más grotescos que complacientes. Otros, en sabio afán selectivo, escarban entre trozos corpóreos y encuentran la esencia humana, la luz al final del camino, lo real ante la duda. 

Siendo así, valgaeste volumen como carta de presentación de un artista cubano cuya creación se ha comportado in crescendocon un discurso irreverente, que desde una mirada desprejuiciada,ofrece una obra crítica y punzantedistanciada de maniqueísmos y doctrinas, en pos de la necesaria oxigenación del arte en medio de surcos dramáticos y angostos de transitar.